La vida llega a ser como las estaciones del año.
De diferentes tonalidades, desde un precioso verde cubriendo cada rincón del paisaje, hasta un gélido y elegante blanco tomando por sorpresa a un par de enamorados que intentan buscar un refugio cálido.
Puede que con el paso del tiempo no se puede observar el entorno por el tic-tac del reloj, que define cada paso qué damos. Perdiendo de esta manera el imperceptible tono rojizo marchitando poco a poco las agonizantes hojas que caen suave y celestialmente desde su hogar danzando con la fría brisa que en muy poco tiempo invadirá el entorno.
Las pulsaciones se acelera para dejar salir desde unos cansados labios un lastimoso suspiro al recordar un otoño lleno de agonía, para finalmente ralentizar el pulso con el fluir de una silenciosa lluvia en medio de un torrente emocional, lleno de angustia anticipando una primavera lejana.
Cada estación fluye a su paso, perfectamente imperfecta, sin fecha ni horario.
El nacimiento de la primera flor en primavera, llega en cualquier momento, al igual que la primera gota de agua fresca mojando calles adoquinadas.
Ni siquiera existen un horario que determine una sonrisa o la sutil textura de un chocolate caliente entre nuestra boca y paladar.
Ni siquiera existen un horario que determine una sonrisa o la sutil textura de un chocolate caliente entre nuestra boca y paladar.
No hay prisa, pues cada cosa llega en un momento preciso y acertado.
El ver un verano pasar desde nuestra ventana disfrutando de la suave danza del viento, mientras observas las manecillas del mundo correr a su paso, nunca es mala idea si es necesario para ver cada detalle perdido entre estaciones.
Ver más allá del horizonte predeterminado y buscar cada preciada pieza que necesitamos en nuestro jardín abandonado para volver a darle vida.
Decir adiós al antiguo paisaje y guiarte desde una rota brújula en busca de una de las más bellas rosas que dará vida nuevamente a todo aquello una vez perdido, cada paso lejos de casa almacenaremos en una caja de diamante todas aquellos recuerdos que nos forjaron.
Decir adiós al antiguo paisaje y guiarte desde una rota brújula en busca de una de las más bellas rosas que dará vida nuevamente a todo aquello una vez perdido, cada paso lejos de casa almacenaremos en una caja de diamante todas aquellos recuerdos que nos forjaron.
Intentando empezar desde cero, sin olvidar de donde venimos y el lugar que busca nuestro alma.
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